Dios sana toda enfermedad

Dios sana toda enfermedad

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Jesucristo es el Gran Médico de este mundo y tiene el poder para sanar toda enfermedad.

Ciertamente él cargó con nuestras enfermedades y soportó nuestros dolores, pero nosotros lo consideramos herido, golpeado por Dios y humillado. Él fue traspasado por nuestras rebeliones y molido por nuestras iniquidades. Sobre él recayó el castigo, precio de nuestra paz y gracias a sus heridas fuimos sanados.

Isaías 53:4-5

Su voluntad es que nadie sufra de ninguna enfermedad sino que viva en la vida llena de abundancia que él ha preparado para los creyentes.

Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.

Juan 3:16

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.

Juan 10:10

En este artículo estudiaremos más sobre cómo Dios sana toda enfermedad y cómo podemos obtener su sanidad en nuestras vidas.

La autoridad de Jesús en la sanidad

Jesucristo demostró su poder y autoridad para sanar enfermedades durante su ministerio en la tierra. Él curó a los ciegos, sordos, paralíticos, leprosos y a muchos otros que estaban enfermos o poseídos por demonios.

Jesús también dio autoridad a sus discípulos para sanar enfermedades en su nombre. Les dijo: “Curen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos, expulsen a los demonios” (Mateo 10:8).

Esta autoridad se extiende hasta hoy en día para aquellos que creen en Jesús y su poder sanador. La Biblia nos dice que “en el nombre de Jesús todo lo que pidamos en oración, con fe, lo recibiremos” (Mateo 21:22).

Es nuestro deber de tomar esa autoridad que se nos ha dado y echar toda enfermedad fuera de nuestro cuerpo o del cuerpo de otra persona en el nombre de Jesús. Y dejar que el Espíritu Santo haga la sanación de esa enfermedad por la que estamos orando. Es importante recordar que no es nuestro deber sanar y no debemos preocuparnos por ello, nuestro deber es creer que es Él quien sana. Por lo que la responsabilidad de sanar recae en Dios, nuestro trabajo está en creer que Él hará lo que ha prometido en Su Palabra.

La sanidad es parte del plan de Dios

La sanidad no es sólo una bendición individual, sino que también está incluida en el plan de Dios para su pueblo. En Éxodo 15:26 leemos: “Si escuchas atentamente la voz del Señor tu Dios y haces lo que es recto ante sus ojos, si prestas oído a sus mandamientos y cumples todos sus estatutos, no pondré sobre ti ninguna de las enfermedades que puse sobre los egipcios, pues yo soy el Señor tu sanador”.

Dios quiere que su pueblo viva en salud y prosperidad. En Jeremías 30:17 Dios promete: “Porque restauraré su salud y sanaré sus heridas, afirma el Señor”. Y en 3 Juan 1:2 dice: “Queridos hermanos, oro para que les vaya bien en todo y gocen de buena salud, así como prospera su alma”.

Dios desea que estemos sanos y prósperos en todas las áreas de nuestras vidas, incluyendo nuestra salud física. Él es un Dios de amor y desea lo mejor para sus hijos.

Sanidad física, mental y espiritual

Dios no sólo se preocupa por nuestra salud física, sino también por nuestra salud mental (o del alma), así también como espiritual. Él quiere sanar nuestras enfermedades físicas como muestra de su amor y poder, pero también quiere sanar nuestras almas y liberarnos de la esclavitud del pecado, así como nuestros espíritus para tener una relación íntima con él.

En la Biblia vemos cómo Jesús no sólo sanaba enfermedades físicas, sino que también perdonaba pecados. En una ocasión, un paralítico fue llevado a Jesús por sus amigos y él les dijo: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5). Algunos de los líderes religiosos se escandalizaron por esto, pero Jesús demostró su poder al sanar al paralítico y le dijo: “Para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene autoridad en la tierra para perdonar pecados” (Marcos 2:10), y posteriormente el hombre se levantó, tomó su camilla enseguida y salió caminando a la vista de todos (Marcos 5:12).

Jesús también puede liberarnos de enfermedades del alma como la ansiedad, el miedo y la depresión. Él nos invita a depositar nuestras preocupaciones y cargas en él, ya que él puede sostenernos y sanarnos (1 Pedro 5:7). También nos dice: “Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).

La sanación espiritual, y la más importante, sucede cuando aceptamos a Jesús en nuestro corazón. Él nos limpia y nos hace nuevas criaturas en Cristo. ¡Lo viejo ha pasado, ha llegado ya lo nuevo! (2 Corintios 5:17). El ser una nueva creación en Cristo, nos da acceso al Reino de los Cielos y a todo lo que hay en él, como sabiduría, sanidad, amor, paz, abundancia, paciencia, etc. Todo esto está disponible para los creyentes desde que invitamos a Jesús a vivir en nuestro corazón. Esto es sólo el comienzo de una relación personal con nuestro Padre.

Dios quiere sanar todas las áreas de nuestras vidas, física, emocional y espiritualmente. Su poder para sanar es ilimitado y solo necesitamos creer en él y confiar en su amor y poder.

Cómo recibir la sanidad de Dios

Para recibir la sanidad de Dios, primero debemos creer en él y su poder sanador. La fe es un elemento clave en la sanidad divina. Jesús dijo: “Todo es posible para el que cree” (Marcos 9:23). Debemos tener una fe inquebrantable en su Palabra y saber que Dios puede y quiere sanarnos hoy.

También debemos orar con humildad y confianza en Dios. Debemos presentar nuestras peticiones a él con un corazón sincero, creyendo que él nos escucha y responderá según su voluntad. La oración es una forma de conectarnos con Dios y recibir su sanidad.

Además, en ocasiones también es sabio buscar consejo médico adecuado y tomar medidas prácticas para mantener una buena salud. Dios trabaja a través de médicos y tratamientos médicos para sanar nuestras enfermedades.

El poder sanador de Jesucristo

Dios es el Gran Médico y tiene el poder y la autoridad para sanar toda enfermedad. Debemos creer en él, orar con fe y tomar medidas prácticas para recibir su sanidad en nuestras vidas. Su amor y poder son ilimitados, y él desea que vivamos en buena salud física, mental y espiritual. Confía en Dios y su poder sanador hoy, y verás su amor y gracia en acción en tu vida.

No importa la enfermedad o el diagnóstico, tenemos un Dios que puede hacer lo imposible. Como dice en Lucas 1:37, “Porque para Dios nada será imposible”. En lugar de enfocarnos en nuestras limitaciones o dificultades, debemos enfocarnos en el poder y amor de Dios.

Cuando nos enfrentamos a una enfermedad, no debemos dudar del poder sanador de Jesús. Debemos recordar que él tiene autoridad sobre todas las cosas y está dispuesto a sanarnos. Confiemos en él y dejemos que su poder se manifieste en nuestras vidas. Recordemos que “por sus llagas fuimos sanados” (Isaías 53:5) y caminemos en fe, sabiendo que somos hijos de un Dios sanador.

Espero que mi historia pueda inspirarte a vivir una vida apasionada y con propósito.
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